Estaba tan contenta que no acertaba ni a sujetarse bien el pelo con el gancho negro con piedrecitas brillantes que tanto le gustaba a Nacho, su hijo. Se estaba recogiendo el pelo con todo el esmero del que era capaz delante del espejo del cuarto de baño porque quería estar lo más guapa posible. Hoy iba a ver a su niño del alma después de mucho tiempo y quería que le encontrase guapísima. Cuando ya le pareció que el pelo estaba perfecto , con unos pequeños mechones rubios colgándole a ambos lados de la cara, se dió por satisfecha y se puso a buscar una barra de labios en el cajón donde guardaba las pocas cosas que usaba para maquillarse . Se pondría un poco de color en los labios. Lo suficiente para salir a comer con Nacho y que éste se sintiera orgulloso de su madre pero sin resultar demasiado llamativa. Nunca le había gustado pintarse como algunas que parecían payasos, según solía decir ella. Unas gotas del perfume que llevaba usando desde los veinte años y lista. Se echó un último vistazo, dió unos pasos hacia atrás, y sonriendo, salió del cuarto de baño.
El baño se encontraba al final del pasillo por lo que segun caminaba, fué haciendo una inspección de última hora. Quería dejar todo en condiciones. A ella nunca le había gustado que le pillaran con las camas sin hacer o algun plato sin fregar. Era muy perfeccionista y todo tenía que estar impoluto cuando Nacho viniera a buscarla. Por Dios, después de tanto tiempo, el chico bien se merecía que su madre le tuviera las cosas cómo él estaba acostumbrado ¿no?. La habitación de Nacho estaba exactamente igual a como él la dejó antes de irse. Claro que ella le había recogido alguna cosilla que el pobre se había olvidado tirada por el suelo, algún calcetín y algun cd pero poco más. Nacho estaba bien enseñado y solía tener su cuarto bastante bien organizado. Desde que se fué a estudiar, su madre limpiaba el polvo todos los días y de vez en cuando cambiaba la ropa de cama no fuera a presentarse por sopresa y tuvieran olor de no usarse. Ella era asi, muy madre.
Su propio dormitorio estaba tambien listo y recogido, con la cama bien hecha y la colcha granate perfectamente estirada sin la más mínima arruga. En una de las mesitas de noche, una foto de Nacho cuando hizo la comunión vestido de marinerito con la típica cara de angelito y las manos cruzadas sujetando un rosario y el misal. Ana le miro embobada y sonrió. Pensó cuanto se parecía a ella y que poco había sacado de su padre. También pensó que quizá fué como un castigo de la naturaleza a su padre.Ésta, sabia como era, ya sospechaba, antes de que sucediera, que los iba a abandonar antes de que el niño cumpliera el año y no quiso que en el crio quedara rastro de semejante malnacido que nunca más dió señales de vida. Ana tuvo que sacar adelante a su hijo ella sola, sin ayuda de nadie y siempre estuvo muy orgullosa de haberlo logrado. Nacho era un buen chico.
LLegó a la cocina. Impoluta, blanca, sencilla pero limpia hasta casi la desinfección. Ana le gustaba tener todo limpio y ordenado y en su cocina era donde más se esmeraba. Eran cerca de las doce y media y pensaba que Nacho le llevaría por ahi a hacer y ver un montón de cosas.Y seguro que también comían algo pero de todas maneras, con los nervios, se le había abierto el apetito asi que se preparó un té con leche y sacó dos galletas del bote de cerámica decorado con manojos de rosas amarillas y azules donde las guardaba en la encimera. En cuanto llegaba Nacho a casa, lo primero que hacía era entrar a la cocina y abrir el bote para picar unas galletas. Daba igual la hora que fuese, siempre había un hueco en su estómago para unas cuantas. Y como tenía la suerte de no engordar, podía comer y comer sin preocuparse de nada. Otra sonrisa le brotó a Ana en los labios al recordar a Nacho y las galletas. La alegría de su vida , eso era su hijo para ella. No había nada que le hiciera más felíz que su hijo.
Se sentó en la silla de madera junto a la mesa y mientras iba mordisqueando las galletas, repasaba lo que llevaba puesto. El vestido beige de lino recto hasta las rodillas y la rebeca rosa palo que se compró hace dos meses y que apenas había usado. También se había puesto las manoletinas beige de tela de saco tan cómodas que le quedaban muy bien con el conjunto. Ana pensó que lo mejor era llevar zapato plano porque seguro que Nacho le llevaría de aqui para allá y no era cuestión de llevar tacones. A él le gustaba mucho pasear y lo mismo se le antojaba tomar algo aquí que de repente quería comer en la otra punta, él era así, Funcionaba mucho por impulsos. En realidad lo de hacer la carrera en otra universidad y trasladarse a vivir a otra ciudad fué algo que decidió a última hora, de repente y Ana siempre pensó , que fue por un impulso. No es que le hiciera mucha gracia la idea pero tampoco pudo hacer mucho al respecto. Nacho se matriculó, consiguió una beca e incluso un piso compartido con lo cual tampoco el tema económico lo pudo usar Ana para frenarle.
Le pareció que estaba bien con lo que llevaba asi que se terminó el té y las galletas, por supuesto fregó la taza y la cucharilla y las guardó en su sitio y después de limpiar y secar todo lo que hubiera podido manchar se dirigió a la sala de estar.
Allí había un sofa de tres plazas donde Nacho se solía tumbar a ver la televisión cuando estaba en casa pero a ella le gustaba más una de las butacas, la que estaba junto a los ventanales bajos porque desde ahi se veía la calle y podía sentarse a leer y cuando se cansaba, sencillamente, mirar a la gente pasar.
En la pared del frente estaba la libreria con el televisor y todos los libros que tanto la madre como el hijo habían ido coleccionando a lo largo de los años. Los había de todos los temas, desde las novelas de misterio, policíacas e históricas que le gustaban a ella a las de ciencia ficción, aventuras o de viajes que le gustaban a él. Aún estaban los que Ana le leía de pequeño. Ninguno de los dos había querido deshacerse de ellos.
Ana se sentó en su butazón favorito sonriendo y pensando que ya no podía tardar mucho. No tardaría en volver a ver a Nacho. ¡Por fin! Después de tanto tiempo. Todavía recordaba cuando se marchó y ella le despidió con la mano desde esa misma ventana. Montándose en el coche y guiñándole un ojo como solía hacer siempre porque sabía que a su madre le encantaba. Y haciéndole el gesto con la mano de que luego la llamaría. Ana se acomodó en el respaldo y puso a mirar hacía la calle. Desde ahi se veía perfectamente la entrada de la calle asi que vería el coche enseguida y bajaría al portal. ¡Que ganas tenìa!
Estaba tranquila y relajada cuando el primer flash le sacudió el cerebro pero ella no se movió. "EL TELEFONO ESTÁ SONANDO...VOY...". Tenía los dos brazos apoyados en el regazo encima de unas toallas gruesas que ella misma había dejado preparadas en la butaca antes. Había que manchar lo menos posible. Con la cuchilla que había dejado sobre las toallas, se cortó las venas de manera limpia y profunda. Flash. "¿ANA GUTIERREZ?...¿ ES USTED?". Era la humedad caliente de la sangre que se le escapa del cuerpo la que le estaba trayendo ésos flashes de memoria.¡ Flash! "... LLAMAMOS DEL HOSPITAL..." ¡Flash! "...SU HIJO HA TENIDO...ACCIDENTE..." ¡Flash! "...MUERTO..." ¡Flash!
La sangre seguía fluyendo lentamente de las muñecas de Ana pero ella estaba sonriendo con la mirada puesta en la calle porque sabía que su hijo venía por fin a buscarla. Había pasado demasiado tiempo. Habían pasado ocho meses desde que se fue y ya tocaba que se reunieran otra vez madre e hijo. Los hijos pueden pasar más tiempo sin las madres pero a una madre, ¡ay, cómo le cuesta a una madre estar sin su hijo! Así que Ana estaba segura de que Nacho no se iba a enfadar cuando le avisaran en la facultad de allí arriba de que tenía que salir un momento a recoger a su madre que había venido de visita.Bueno, en realidad no iba de visita sino para quedarse y, aunque tal vez al principio Nacho se enfadase un poco, seguro que acabaría por entenderlo. La de sitios a los que le iba a llevar su niño. Además Ana estaba convencida de que el pobrecito no estaría comiendo bien y algún mimo que otro tampoco le vendría mal.
Ya quedaba poca sangre dentro de Ana, Nacho se estába acercando. Ana podía sentirle, El corazón le latía cada vez más despacio y justo cuando se iba a parar Ana sonrió porque había oído:
--Hola mamá, ya estoy aqui.

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